viernes, 28 de mayo de 2010

LA PAREJA; UNA DEFINICIÓN REVELADORA




Un día, hace mucho tiempo, en un sitio del que guardo muy buen recuerdo, una persona que aún conozco y que me ha dejado frases para la memoria, pronunció la definición más cautivadora que he oído de la pareja:

"La pareja es un acto de canibalismo en el que uno de los miembros, finalmente, se acaba comiendo al otro"

 Os dejo una canción que habla sobre las consecuencias de una pareja rota:





lunes, 24 de mayo de 2010

FUN & GAMES-THE CONNELLS-, EL TESORO DE UNA APASIONANTE RECOPILACION.





Hace unos días, mi mejor amigo de la universidad me mandó por correo electrónico la carátula de un recopilatorio de bandas emergentes en el panorama del Pop-Rock anglosajón entre las décadas de los ochenta y los noventa.

En el reverso de la portada, escaneada, se encontraba el listado de los grupos participantes: Sonic Youth, Mudhoney, Teenage Fanclub, Red Kross, Posies...todos ellos grupos que había tenido el honor de escuchar. Mi amigo me hacía una reflexión en el e-mail que caló poco a poco en mi, como si de una lluvia fina se tratara.

Según mi amigo, todas estas bandas tenían componentes que las aglutinaban: una excelente base rítmica instrumental, una amplia dosis de talento, excelentes fuentes de las que bebieron- Pop de los 80, Rock de los 70, Punk, Rock Psicodélico-, pero sobre todo me resaltaba una característica, que a su juicio era la más importante. La que, independientemente de sus ventas y poderoso aparato de marketing, les garantizaría la permanencia en la memoria y las colecciones de los buenos y auténticos aficionados a la música: su actitud.

Sonic Youth, Flaming Lips o Teenage Fanclub se han convertido en referentes de los grandes grupos de Pop-Rock del panorama actual. No es casualidad que Julian Casanovas, cantante y líder de The Strokes, admire la riqueza instrumental de Sonic Youth ó The Killers hayan ido a ver los conciertos de Flaming Lips como aficionados. Donde no llegaron las ventas, las grandes portadas de las revistas ó los vídeos de repercusión mundial, germinó la más bella de las flores: la admiración y el objeto de culto de los fanáticos de la música. Aquellos dispuestos a gastar el dinero que necesitan y los días libres que no tienen, para ver a sus grupos fetiche.

En efecto, mi amigo tenía razón. Los grupos de hoy en día están sobrados de talento-The Strokes, Arcade Fire-, poseen una fuerza y energía digna de elogio- The Killers, Franz Ferdinand-, un despliegue de medios y una aptitud fascinante e irreprochable.- Coldplay, Kings of Leon-

Lo que no tienen, salvo algunas excepciones, es alma, pasión. Esa especie de entrega, cuyo punto cúlmine es el directo,- Manic Street Preachers, The Pixies- que les hace subir un maravilloso escalón y alcanzar la excelencia y el compromiso incondicional de sus acólitos: los amantes del Pop-Rock.
Estos grupos del recopilatorio fueron valientes, tuvieron actitud, no tocaron, grabaron ni compusieron nada que no les apasionase. Ningún dictado de las discográficas, ninguna presión del éxito o la fama vio la luz en forma de composición de cuatro minutos.

Muchos de ellos no son conocidos por el gran público, ni por la vecina que está muy buena del quinto. Suelen ser utilizados en conversaciones artificiales con el cultivo del ego como objetivo principal por parte de advenedizos musicales u oyentes desactualizados que cayeron en desgracia.

En el correo que recibí, mi amigo me transmitió un sencillo y sincero homenaje a estos músicos. Un bonito recuerdo desde el desván de un amante de la música. Al cabo de unos días, como buen amante también, he querido hacerles mi propio recordatorio.

Para ello, os muestro una canción de uno de los grupos que encontré en el reverso de aquella carátula escaneada. Sólo conocía a The Connells por una maravillosa canción que escuche año atrás en la Mtv: 74-75. El video de este precioso tema mostraba las fotos de los integrantes de un High School americano. Aquellos que se graduaron en la promoción del año 1975.
Contrastaba las fotos con un visionado de aquellos jóvenes, con mirada llena de vida, en la actualidad. Retratos llenos de expresividad mostraban el paso de los años y la factura de la vida en todos ellos. Una factura a veces dolorosa.

A raíz de verlos en la recopilación, me puse a investigar los videos en You Tube de The Connells. Ahí es donde encontré Fun & Games. Un tema con una imagen fija, la de su presentación en single supongo. Dos personas con máscaras de carnaval sentadas a la mesa de una cena. Adornadas con artilugios que presagian la puesta en marcha de una fiesta. Dos máscaras sonrientes como dos niños dispuestos para su última travesura.

Fun & Games me dio mucho más de lo que esperaba. La intensidad, la vitalidad y la inocencia de las mejores canciones Pop. La base instrumental rockera, con tintes punk, que me ha hecho adorar y sentir a fuego el mejor Rock Underground Americano, con una leve fragancia Folk.

La escuché una vez y volví a escucharla unas cuantas veces más. La magia había vuelto a repetirse de nuevo. La de las canciones que te dejan enganchado y no puedes parar de escucharlas, como uno de aquellos polos, helados ó momentos excitantes que disfrutaba en mi infancia.

Fun & Games me transmitió esas sensaciones impagables y también me permitió volver a recordar algunas experiencias irrepetibles: la vitalidad y rebeldía de la juventud, las ganas de disfrutar cuando empiezas a salir por la noche y te encuentras en el sitio adecuado: escuchando las canciones que te apasionan, compartiendo tus emociones con los amigos infatigables, mirando a la chica que deseas. Esa especie de épica que viene desde lo más profundo de ti y te hace sentir inmortal. Más sano y feliz que nunca.

Ese es el milagro de una gran canción. La dicha de un grupo de verdad. El sortilegio que encumbra a una banda de Rock a los altares de los auténticos amantes de la música. El pasaporte hacia la eternidad.

Aquí están los temas para que los podáis disfrutar.





viernes, 7 de mayo de 2010

ANUNCIOS QUE DEJAN HUELLA: TRIDENT SENSES Y RENAULT MEGANE




La publicidad puede ser una manera banal de vender ó promocionar un artículo. Si los creativos publicitarios son buenos profesionales, nos encontramos con que un anuncio se convierte en treinta segundos de creatividad e ingenio. Un espectáculo audiovisual con diferentes finalidades: la más obvia la del marketing, es decir, tratar de incrementar las ventas de un producto. En cambio, hay otras más indirectas que a mí me interesan y repercuten más, como son las de dar a conocer ó actualizar una buena canción y, de manera implícita, asociar una buena composición a la imagen de marca de un producto.

Os pongo los ejemplos de los anuncios de Trident y Renault: se trata de dos marcas que nunca han despertado excesivamente mi atención, pero que con dos buenos anuncios han hecho algún pequeño movimiento en los resquicios de mi percepción.
El Renault Megane no es un coche apasionante, la verdad, aunque yo no sea un gran aficionado al motor, y los chicles me gustan independientemente de los test de consumo a los que pudiese ser sometido. Sin embargo, fue ver estos dos anuncios y algo se ha movido dentro de mí. No, no me voy a comprar un Megane, aunque sea Coupe, y sí que consumo más chicles Trident, en cualquier caso mi mirada a ambas marcas es diferente. Sin duda, es bastante probable que se trate de los efectos de una buena publicidad.

En Trident Senses, un hombre que camina por la ciudad al anochecer se toma un chicle y todo empieza a cambiar a su paso: las sombras de las personas con las que se encuentra empiezan a disfrutar, ya sea esperando a entrar en una discoteca ó de paseo por la ciudad, hasta las farolas se iluminan. No falta el encuentro con la chica de turno y las sombras de ambos disfrutando de un emocionante beso, tan sugerente en los anuncios de chicle.
Este anuncio, de todas  formas, pasaría de manera intrascendente si no llega a ser por la evocadora y melódica canción que suena a lo largo de su metraje, Lights out, de la cantante afroamericana Santigold.

El anuncio de Renault Megane Coupe 2009 comienza con el flamante coche saliendo del concesionario. A medida que empieza a circular por las calles, intuyo que parisinas, el conductor comienza a observar que los sitios por los que circula empiezan a cambiar progresivamente. La vestimenta de la gente, las calles, los comercios, incluso el resto de coches con los que circula involucionan de manera progresiva en diferentes fases hasta llegar al siglo XIX. Una especie de viaje hacia el pasado sobre cuatro ruedas.

Las tomas escogidas, el vestuario de todos los extras, la situación y evolución de las calles, la composición de los planos y la fotografía es impecable. El anuncio consigue plasmar la sensación de cambio vertiginoso y de viaje en el tiempo. Un fenómeno que siempre me resultó fascinante contemplar en el cine y que no es nada fácil de conseguir.

Esta meritoria idea no sería igual de impactante sin la maravillosa canción que acompaña el viaje del flamante Megane-Coupe. Jerk it out del grupo sueco The Caesars, es un tema lleno de ritmo, energía, con una melodía fascinante y la base instrumental digna de una excelente banda de Rock.

Os dejo los anuncios y los grandes temas que les acompañan.








miércoles, 5 de mayo de 2010

MEJOR SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO




Desde hace muchos años, tengo en la memoria una película que vi cuando era adolescente. Generalmente, me han marcado más las películas que visioné cuando era más joven, que ahora que ya integro la generación de los treintañeros.


Tengo recuerdos inolvidables del Show de Alfred Hitchcock en las noches de la 2, ó de algunas de sus películas más memorables. También de las películas de Robert Redford y Paul Newman como Dos hombres y un Destino ó El Golpe.

Guardo, como tesoros de incalculable valor, los recuerdos de aquellas maravillosas comedias americanas de los años 80 con Richard Pryor y Gene Wilder: Dos locos de remate, El jovencito Frankenstein, La Mujer de Rojo, El Gran Despilfarro... en está última interviene también John Candy, protagonista de la película cuya analogía vengo a relataros hoy.

“Mejor solo que mal acompañado”, film dirigido por John Hughes en 1987, narra las peripecias de dos personajes: Neal Page- Steve Martin- y Del Griffith.- John Candy- El primero, ejecutivo fuera de casa que trata de volver a su hogar para celebrar el día de acción de gracias. El segundo, un vendedor de aros de cortina del baño que viaja infatigablemente por todo el país promocionando su producto. La película narra la aventura de estos dos personajes, provenientes de dos mundos muy diferentes, llena de contratiempos para llegar a sus casas. Sus personalidades contrapuestas, sus grandes dificultades de convivencia y sus antagónicas maneras de ver el mundo, van a propiciar situaciones hilarantes, desternillantes y graciosas hasta el extremo. En el fondo, lo único que les sostiene en su particular travesía, es que los dos son buenas personas, con un buen corazón, que intentan cultivar la empatía el uno con el otro, a pesar de que Neal en muchas ocasiones no dudaría en ahorcar a Del.

Pues bien, todos podemos ser alguna vez Neal, incluso Del, aunque esto último es más difícil, sobre todo por la magnífica interpretación que realiza John Candy: uno de los mejores actores de comedia de los 80, que nos dejó un mes de marzo de 1994.

A mi me tocó ser Neal. No tengo el talento de Steve Martin ni de lejos, lo que quizás sí que tenga, es una paciencia a prueba de bombas con los demás, que en numerosas ocasiones se vuelve en mi contra por no tener la determinación ni la mala ostia suficiente para parar los pies a la gente que se pasa de la raya conmigo. Ocurre que hay personas, como Del Griffith, a las que cuesta mucho ponerles en su sitio… ¡ y que no se muevan más!

Os cuento. Sería allá por el año 1999. Yo era estudiante de Económicas de la Universidad de Alcalá de Henares en Madrid. Corría el mes de Enero, a finales, y me encontraba inmerso en periodo de exámenes del primer cuatrimestre. Aquel día me tocaba examen de Derecho de la Empresa. El examen era a las cuatro y media de la tarde, por lo que tenía que salir con una hora y media de antelación debido a la distancia que hay entre Alcalá de Henares y Madrid y que iba en transporte público. Terminé de repasar por antepenúltima vez mis apuntes, comí, me vestí y bajé de mi casa en dirección al metro.

El metro está muy cerca de mi casa, así que tardé unos cinco minutos en llegar al andén. Tenía la misma sensación que Neal, la de querer llegar a un sitio en el que tienes que comparecer sí ó sí. En su caso era su propia casa en un día tan señalado como el de acción de gracias, en el mío un examen. Es la clase de día en el que no te apetecen distracciones, ni siquiera encontrarte con alguien, porque vas visualizando partes del temario en tus apuntes, deseando que caigan los temas que mejor te sabes ó simplemente queriendo un poco de tranquilidad, por lo menos es lo que me pasa a mí… pero aquel día no pudo ser, porque apareció mi Del Griffith particular.

Llegué al andén con la firme pretensión de pasar lo más desapercibido posible. Cómo dice mi amigo del colegio Javi Lancha, dispuesto a hacer “el gallina blanca” - aparentar que no ves a las personas que conoces, para no coincidir con ellos en el metro- a todo aquel que me conociese y quisiera acercarse a mí.

Caminé hasta pasada la mitad de la extensión del andén y me senté en uno de los bancos de piedra que pillaba a esa altura. Estaba leyendo los apuntes de manera casi compulsiva, cuando oí una voz que se dirigía a mí:


- Perdona, ¿Puedo sentarme aquí?-, la pregunta me sonó extraña, el banco estaba vacío y al sentarme yo en uno de los extremos, había espacio más que suficiente.

- Si, por supuesto- aún así, contesté cortésmente y con una sonrisa… que no llegó a desplegarse del todo. Cuando levanté la cabeza para mirar a la persona a la que estaba dirigiéndome, algo raro interrumpió mi maniobra de cortesía. No pude evitar sorprenderme por la vestimenta del individuo en cuestión, porque era un chico, de unos diecimuchos años. Llevaba una camiseta hawaiana muy florida, ¡a finales de enero!, acompañada de una fina cazadora gris, un pantalón de pinzas azul marino del estilo de los que se llevaba en la primera comunión, un cinturón rojo chillón y unas botas de trekking. Al principio fue una intuición, que más tarde confirmaría, pero me pareció un conjunto demasiado extraño para una persona normal.

- Muchas gracias, es todo un detalle por tu parte- la segunda frase que intercambió conmigo incrementó mi sensación de recelo. Aún así, ni por lo más remoto imaginé, en ese momento, que persona tenía entre manos.

- No pasa nada- esta vez levanté la mirada a medias. No quería distraerme demasiado de mis apuntes. De mi escudo al mundo externo hasta la hora del examen. Escudo que pronto se resquebrajaría. Neal no conocía a Del, no sabía de lo que era capaz. Yo no tenía ni idea de quién era el chico que se había sentado al lado mío.

- Perdona, ¿puedo hacerte una pregunta?- volvió a interrumpirme. Ahora sí que consiguió que dejase mis apuntes de lado y me fijase en él. Era rubio, con flequillo de niño bueno, los ojos azules muy pequeños y la piel morena. Me miraba con una extraña y desconcertante sonrisa. De esas que no sabes si encierran alguna intención desconocida o es lo que ves. Mi primera impresión fue ver a un niño tímido e inocente, con la mirada de un delfín y la sonrisa de un pequeño demonio.

- ¿Qué pregunta quieres hacerme?- me puse conciliador en ese momento, a pesar de mi incertidumbre.

- ¿Tú tienes amigos, verdad?- sí, ¿Y a ti que coño te importa?, pensé. Como Steve Martin, puse mirada asesina pero asentí impasible.

- ¿Cuánto tiempo sueles esperar a un amigo cuándo quedas con él?- tema polémico, porque tengo la extraña virtud de ser puntual.

- Pues no se, como máximo una media hora, si sé que es buen amigo y se ha comprometido a venir puedo esperar más…

- ¡Qué mal amigo eres!-, mi razonamiento había quedado interrumpido bruscamente. A pesar de la sentencia, que era reprobatoria, se me quedó mirando fijamente, sin perder su extraña sonrisa- yo cuando he quedado con un amigo, soy capaz de esperar lo que sea. Si hay que esperarle toda una tarde se le espera. La amistad es algo muy bonito e importante- ahora si empezaba a ver a Del Griffith, aunque un Del no demasiado gracioso, más bien extraño y preocupante por momentos.

- Pues si tienes que esperarle tanto tiempo, seguro que no es tan buen amigo. Un amigo no te tiene esperando por que sí.- decidí dejar la cortesía y empezar a marcar mi personalidad.

- Mira, yo llevo aquí en el andén del Barrio del Pilar dos horas esperando a un amigo mío. Le dije ayer: “¿Dónde te espero?” y el me dijo: “ En el andén del metro, que si no te pierdes”. Yo pienso que no tengo por qué perderme, el Barrio del Pilar no es tan grande- no, que va, tiene casi un millón de habitantes, después de Vallecas es el más grande de Madrid, pensé-¿Tú que opinas?, por cierto… ¡a lo mejor le conoces!, se llama Juan.- Esto empezaba a parecerse a un interrogatorio, demasiadas preguntas.

- El Barrio del Pilar es muy grande, como no me digas nada más de él..., déjalo, aunque me lo digas, no le voy a conocer – Empezaba a cansarme del chico, demasiado pronto.


Afortunadamente, me salvó la campana ó eso creí yo, ingenuo de mí. El metro irrumpió en el andén. ¡Menos mal!, pensé, se acabó. Inicié una trayectoria divergente para separarme de él. Ya estaba empezando a calcular la entrada a un vagón distinto de donde se encontraba, cuando escuché de nuevo su voz. Parecía la intercepción de un misil.

- ¡Oye!, ¡espera!, ¿Puedo ir contigo?

- Mira, yo voy a Alcalá de Henares a hacer un examen. Además, ¿Tú no estabas esperando a tu amigo Juan?- está es infalible, pensé… ¡qué ingenuo de nuevo!

- Me has convencido, no voy a esperarle más, si es mi amigo que se preocupe por mí- mis ojos tuvieron que reflejar a la fuerza mi cara de incredulidad

- ¡Económicas!, esa es una carrera muy interesante, ¿No?- No le contesté y me limité a subir al vagón y encontrar asiento. A lo mejor con mucha suerte para mi solo. Los hados no estuvieron de mi lado, porque se sentó enfrente de mí.

Del Griffith -John Candy- era inagotable, durante la película hace una demostración de incontinencia verbal, de una natural falta de decoro y una expresión libre de su personalidad más allá de la frustración más castrante. Neal Page- Steve Martin- no da crédito a lo que ve, cada cosa le sorprende y le enerva más que la anterior. Sería algo así como una olla a presión a punto de estallar…pero que no estalla. En parecida situación, sin a penas darme cuenta, empecé a encontrarme yo.


- Tú seguro que has dado Contabilidad en la carrera, ¿Verdad?

- Sí- conteste a desgana y mirándole de manera inquisitiva, a ver si podía traducirme la expresión: ¡Qué coñazo de tío!

- La contabilidad es una asignatura muy importante, con ella puedes saber la situación real de una empresa, ¿No?

- Sí, es muy importante, una de las más practicas- ya me pasé de dialogante, volvió a crecerse.

- Yo tengo contabilidad, me parece realmente muy interesante. Lo único que en FP de administrativo, que es lo que hago yo, la gente no se toma la asignatura muy en serio. Tengo una compañera que aprecio mucho, sin embargo la tía pasa de la asignatura. El otro día, media clase se fue de peyas y va ella y me dice: “ Tío vente con nosotros, esto es un coñazo, además nosotros ya aprendimos a contar en EGB”, y yo le contesté: “ tía, yo quiero aprender contabilidad, me quedo. Y tú haces muy mal yéndote, que lo sepas” y va la tonta y me contesta: “Pues ala, tu mismo, que te den”, y yo le dije: “pues que te den a ti”. ¿Hice bien verdad?, ¿tú que hubieses hecho?, ¿te hubieses ido ó te hubieses quedado?- no daba crédito a lo que estaba escuchando. Las personas que compartían con él su fila de asientos en el vagón de metro, comenzaron a mirarme con la expresión de: “¿De dónde lo has sacado?”, lo que me metió más presión y enfado ante la situación. A alguno no pude más que devolverle una sonrisa de rendición, de “ no puedo con él, lo reconozco”. En está ocasión no le contesté, me limité a mirarle con cara de pocos amigos. Afortunadamente empezó a entra más gente al vagón de metro, algo que para nada contuvo su incontinencia verbal y descaro innato.


El vagón de metro se llenó, todos los asientos estaban ocupados. Llegó la siguiente parada, Cruz del Rayo. ¡Sólo quedaba una para Avenida América, increíble!, hasta las torturas más crueles se pasan rápido. De todas formas, lo mejor- ó lo peor, según se mire- estaba por llegar, lo más inaudito. Los vagones de la línea 9 del metro de Madrid son bastante largos, unos 20 metros de longitud diría yo a ojo. Al llegar a la parada de metro de Cruz del Rayo, el asiento que estaba a su lado se quedó vacío, yo empecé a hacerme el longui, distrayéndome con los apuntes para que no me invitase a ir a su vera. De pronto, un grito estridente interrumpió mi maniobra:

- ¡Señora!, ¡señora!- levanté la cabeza y lo primero que vi es a los integrantes de la fila de asientos de enfrente, donde se encontraba él, mirándome con cara de sorpresa. Yo les devolví la mirada y la intención de desmarcarme de él en ella. Él empezó a gritar a una señora que había entrado por el otro extremo del vagón y que se había quedado de pie al no haber asientos libres.

- ¡Señora!, ¡aquí hay un asiento libre!, ¡venga!- la señora al principio intentó hacerse la despistada, pero tuvo que ceder ante la llamada de mi “ Del Griffith particular”, que tenía expectantes a todas las personas que se encontraban en el vagón por el desenlace de la situación. La señora mayor, de unos sesenta y pocos años, elegantemente vestida con un fular de remate, cruzó de manera serena y un poco vergonzosa el vagón hasta llegar al asiento libre. Una vez allí, soltó un delicado gracias y se sentó. Yo presencié la escena y, por un momento, creí ver aquellos documentales de la 2 en los que los grandes depredadores realizan maniobras de camuflaje y atracción de sus presas en la sabana africana. ¡Pobre señora infeliz!, pensé, aunque tengo que confesar que lo que pasó a continuación desbordó todas mis previsiones.

En “Mejor solo que mal acompañado” Del Griffith- John Candy- resulta insoportable, excesivo y desesperante para Neal Page- Steve Martin-, pero tiene una característica encomiable si se hace el esfuerzo de apreciarla: su fidelidad y compromiso incombustible hacia su compañero de viaje. Fidelidad que le granjeará cierta correspondencia y una amistad verdadera en las postrimerías del film por parte de Neal, el “quemado” ejecutivo. Algo que por fortuna no pasó con mi compañero de viaje.

Ante la sorpresa de todos: de mí y de sus compañeros de fila de asiento, ya fieles seguidores de sus andanzas, fue sentarse la señora y algo mágico sucedió:

- Señora, ha hecho bien en sentarse, aquí hay un asiento libre y no se puede desaprovechar.

- Gracias hijo, eres muy amable- contestó acorde a su educación y compostura

- Por cierto, ¿Puedo hacerle una pregunta?- En ese momento le miré y aún hoy, diez años después, recuerdo ese instante. Fue como darle a rebobinar a la cinta de video y volver a nuestro encuentro inicial en el andén del metro de Barrio del Pilar. Aún recuerdo las miradas que cruce con las personas que estaban a su lado, personas que no volví a ver jamás. Aún así, no he podido olvidar sus expresiones de asombro e incredulidad

- Claro que sí, dime hijo- la señora accedió a la petición que yo había accedido cuarto de hora antes.

- Cuándo ha quedado usted con una amiga y ve que se retrasa. ¿Cuánto suele esperarla de tiempo?- ahora sí que estaba ante Del Griffith en todo su esplendor, ahora el discípulo había superado al maestro y la realidad a la ficción. Un halo de preocupación atravesó mi mente. Recordé que John Candy fue un gran comediante y Del Griffith un personaje de ficción. Esto, al contrario que en la película, estaba sucediendo de verdad. No me dio tiempo a pensar más, el cartel de Avenida de América asomaba a través de las ventanas del vagón, que hacía su entrada en la estación.

Me levanté rápidamente, no intercambié ninguna mirada más con nadie. Perdí de vista a mí Del Griffith y a su nueva acompañante, tan sólo oía su conversación, que se mantenía. Mejor dicho, empecé a oírle sólo a él. El vagón se detuvo y las puertas se abrieron. Salí de los primeros, dispuesto a coger una buena posición con la que enfilar la salida hacia las escaleras mecánicas. Con la firme intención de librarme de él. Comencé a subir las escaleras y cogí un buen ritmo. A la mitad de la subida me giré para ver donde estaban mi Del Griffith y la señora. Se encontraban en la mitad de la hilera de gente de la escalera mecánica. Pude ver cómo él seguía hablando y ella escuchando aparentemente atenta.

Decidí continuar mi marcha sin volverme hacia atrás. Les perdí de vista. A los 5 minutos llegué al intercambiador de autobuses de Avenida América y esperé hasta coger "la conti" en dirección Alcalá de Henares. Llegué a la universidad e hice mi examen. Durante unos minutos antes de empezar y después de terminar, me acordé de mi Del Griffith particular. El destino nos había separado mucho antes que en la ficción. Sin duda, el corto viaje por el metro, a diferencia de una travesía por varios estados de norteamérica, no ayudó a crear el más mínimo vínculo de amistad y compromiso entre nosotros. Afortunadamente, aunque creo que hubiese sido imposible. En ningún momento apareció el menor atisbo de empatía entre los dos.

lunes, 3 de mayo de 2010

LA ESCALERA DE JACOB: LA DIVINA COMEDIA DE DANTE DEL SIGLO XX






El film dirigido por Adrian Lyne (Atracción Fatal) y magistralmente interpretado por Tim Robbins, narra el particular descenso a los infiernos de Jacob Singer, nuestro Dante particular. Un veterano de la guerra del Vietnam que se vio envuelto, junto a su batallón atrincherado en espera de un nuevo destino en Saigon, en una oscura trama de experimentación del gobierno de los EE.UU. con el LSD en las tropas norteamericanas en Vietnam, con el objetivo de aumentar la moral, intensidad y agresividad de sus tropas, que poco a poco iban cediendo el triunfo del conflicto bélico a las tropas del Vietcom.

Jacob, es herido de gravedad y de forma misteriosa en el transcurso de una escaramuza y trasladado de nuevo a los EE.UU. donde, una vez recuperado, trabaja de cartero y vive con su novía Jezabel.

Esa cotidianeidad se verá pronto drásticamente interrumpida por una serie de encuentros terroríficos y fantasmagóricos, con los que se ira topando Jacob Singer en sus andanzas por el desfiladero en el que se va a convertir su vida. Esto junto a la aparición de antiguos compañeros de batallón, la persecución de un extraño químico y los servicios secretos, harán de su vida lo más parecido a deambular por el averno, que tan brillantemente relató Dante en La Divina Comedia; libro de cabecera de nuestro protagonista.

Recreando los versículos de la Biblia, dónde Jacob, hijo de Isaac, descendiente de Abraham, descubre una escalera que sirve de unión entre el cielo y la tierra y por dónde los ángeles del señor pueden bajar y subir para ayudar a aquellos que se declaren siervos del Yahvé.

Nuestro protagonista encuentra su Ángel particular en la figura de su quiromasajista, fantásticamente interpretado por Daniel Aiello, que lo rescatará de las profundidades y abrirá los ojos de Jacob para ir aceptando la realidad como primer paso para su sanación. De esta manera, aceptará la muerte de su hijo Gabriel, que le sumió en una profunda depresión y desencadenó el fin de su matrimonio meses antes de ir a combatir por su país en la guerra de Vietnam.

La película se encuentra brillantemente dirigida por Lyne, que retrata de manera oscura, fantasmagórica, inquietante y sombría el camino atormentado de nuestro personaje. Con un magistral tratamiento de las luces y las sombras, los giros argumentales y los flash-backs, nos sumerge por completo en la angustia, la desesperación y la incertidumbre de Jacob Singer sobre su vida, su pasado y su destino, sólo acalladas y placidamente interrumpidas por la camilla y la luz celestial de la sala de su masajista. Esto unido a una magistral banda sonora-Maurice Jarre- y una excelente interpretación de los actores secundarios,-Matt Craven a la cabeza- hace de Jacob’s Ladder una película de culto.